El periodista Bernardo Marín del diari El País, va entrevistar el passat 14 de desembre a la periodista mexicana Marcela Turati on ens relata les dificultats de la seua feina per tal d'informar d'una manera independent del conflicte amb el narco i de les repercussions que té sobre la població.
La periodista mexicana ha puesto su interés en los desplazados por la guerra contra los cárteles
La periodista Marcela Turati (México, 1974) da un consejo por si
alguien quiere ir a cubrir una información sobre narcotráfico a un lugar
conflictivo. “La clave es no decir que eres periodista hasta el final. Y
luego te vas corriendo al aeropuerto”. Eso, los que pueden irse. Porque
los que trabajan sobre el terreno se convierten en perpetuos
corresponsales de guerra. “Yo creo que es aún peor”, asegura, “porque
además de testigo te conviertes en objetivo. Y aquí no sabes dónde están
las trincheras. No sabes si el alcalde o el policía con el que hablas
es un traficante”. Ella hace un trabajo que en su país ha costado la vida a 50 compañeros en los últimos seis años. Pero habla con tanta pasión de su oficio que se olvida de desayunar. Entonces dejamos de preguntarle y la obligamos a comer un poco. Y luego nos sigue contando.
Turati, redactora de la revista Proceso, ha sido noticia dos veces en los últimos días. Este jueves la Nieman Foundation para el periodismo en Harvard le ha concedido el Premio Louis Lyons
a la conciencia e integridad en el periodismo “por su papel en la
formación y protección de los reporteros en México y como abanderada de
quienes arriesgan su vida para narrar la ola de violencia”. Y a primeros
de este mes, cuando se celebró esta entrevista, presentó en la Feria Internacional de de Guadalajara Entre las cenizas, un libro colectivo elaborada junto a otros compañeros de la Red de Periodistas de a Pie,
de la que es fundadora, en el que se repasa la guerra contra el narco
del sexenio de Felipe Calderón desde el punto de vista de las víctimas.
“Casi toda la crónica de este período se ha hecho en clave de
horror”, cuenta. “Pero decidimos fijarnos en quienes han sufrido. Y no
solo en los que están tirados en el piso, sino en los que resistieron y
consiguieron cambiar algo con pequeños actos solidarios sostenidos en el
tiempo. La gente que decidió dejar la parálisis e intervenir en la
historia”. En el texto que Turati escribió para el libro, se habla de
los desaparecidos. Muchos no regresarán pero sus familias, enojadas y
huérfanas de autoridades, presionaron y lograron leyes y protocolos de
búsqueda para quienes sigan desapareciendo. En otro capítulo, las protagonistas son las mujeres sanadoras de Juárez, que aprenden
tanatología o terapias florales para sacar a los hombres del duelo y
aliviar a las viudas. “Esas gotitas constituyen un acto de amor y marcan
el camino para que el Gobierno sepa a quiénes ayudar, dónde y hasta
cómo”, explica.
Los movimientos ciudadanos pueden presionar pero se necesita del Estado para emprender grandes cambios. ¿Qué le pide al nuevo Gobierno de Peña Nieto?
La periodista no duda. “Hay que crear un sistema integral de protección
a la víctimas. Y depurar el sistema judicial, hacerlo fuerte y llenarlo
de gente honesta que investigue los crímenes. Si resultan impunes, el
sicario queda en el inconsciente colectivo de las familias golpeadas:
los adolescentes dejan la escuela, las mujeres tienen que trabajar el
doble y si les queda fuerza, pedir justicia, los niños crecen con un
enojo incontenible. Las víctimas deben tener asistencia sanitaria,
atención psicológica, educación asegurada, pero sobre todo, necesitan
saber que alguien paga por el delito”.
Eso son sus deseos. Pero es escéptica. “Creo que la guerra va a seguir. Aparentemente la violencia se ha normalizado,
a niveles altísimos. Pero temo, y comparto ese miedo con otros
periodistas, que no disminuyan los crímenes, que simplemente se hable
menos de ellos. Hay gente que celebra que ganara un partido con
experiencia de gobierno. Pero también tiene experiencia en controlar muy
bien los medios. En los Estados gobernados por el PRI con senadores y
diputados priístas no habrá contrapesos. Y eso me asusta”.
Al escuchar a Turati uno se admira de la extraordinaria vocación de
muchos periodistas para seguir ejerciendo en condiciones tan terribles.
“Hay reporteras muy valientes a las que sus propios esposos les piden
que no vayan a buscar a los niños a la escuela, porque son un factor de
riesgo. Y cargan con la culpa de sentirse tóxicas en su familia, pelean
por la pasión del oficio y al tiempo piensan que pueden matar a sus
hijos”. Y es que, aunque ese amor a la profesión no se pague con la
muerte, se paga casi siempre con un gran desgaste psicológico. “Unos se
ven como suicidas y si se acaba la violencia en su ciudad, se trasladan a
otra. Otros se convierten en almas en pena, aunque todo haya pasado. Un
compañero fotografió 19 cadáveres en diferentes lugares de Juárez en
ocho horas. ¿Cómo te vas a casa luego con eso?”, se pregunta.
Por eso en la Red de Periodistas no solo enseñan protocolos de
seguridad. También se preocupan de fomentar el autocuidado emocional. “En Veracruz han matado a nueve reporteros”,
cuenta Turati. “Y sus compañeros nos decían: ‘Necesitamos psicólogos
para terapias colectivas, nos da miedo salir de casa’”. En los talleres
que organizan una de las estrategias consiste en convencerles de que no
se culpen, de que no se sientan malas personas por los ataques de ira
que enturbian su vida familiar: “Porque muchas de sus reacciones forman
parte de un estrés postraumático, como el de los combatientes de un
conflicto bélico”.
Seamos terriblemente optimistas y pensemos que mañana se acaba la
violencia ¿Qué pasa con los asesinos? Hay gente por la calle con cientos
de crímenes a sus espaldas. Turati no tiene una respuesta. “Son
víctimas victimarias”, reflexiona. “Hice un reportaje con sicarios y a
casi todos los echaron de la secundaria por ingobernables. Y pensé: ahí
hay una política pública que crear. Son gente criada en la impunidad,
sin respeto por la vida. Detuvieron a un hombre en Juárez y su hijo de
nueve años explicó: ‘Mi papá se dedicaba a cortar cabezas’. ¿Qué haces
con eso?”. Y concluye con la reflexión de un forense que examinó 55
cadáveres torturados que sacaron de un pozo: “Antes rezaba por los
muertos. Ahora también rezo por los vivos’”.